This article is part of the Hidden Architecture Series “Tentative d’Épuisement”, where we explore the practice of an architectural criticism without rhetoric and based mainly on the physical experience of the work itself.
Este artículo forma parte de la serie “Tentativa de Agotamiento”, comisariada por Hidden Architecture, donde exploramos la práctica de una crítica arquitectónica ausente de retórica y fundamentada sobre todo en la experiencia física de la propia obra.
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Every image by Hidden Architecture
Further reading on Cañada de Agra (I)





I
La Mancha. As we move southward, and turning our backs little by little to the west, the vast ocher-colored plain called La Meseta leaves room for sharpen rock formations. Wastelands, once upon infinite wheat fields, say goodbye to receive fields of olive trees. Trees in grid, liquid gold. Climbing light, smaller size and more irregulary shaped, other olive trees released from their productive duty resist the wind in steep knots. The vertical sun reveals a land of extraordinary hardness. A hardness that at times is combated by green spots arising from the care of underground water sources. Small oases that are shelter in these lands always beaten by the wind. Giants with outstretched arms, still some quixotic, the youngest with steel shirts, see off with excitement and put us on notice. The mountains that rise there hide the blue sea.
La mancha. A medida que nos desplazamos en dirección sur, y dando la espalda poco a poco a poniente, la extensa planicie de color ocre que es aquí La Meseta deja espacio a formaciones rocosas de afilado perfil. Tierras yermas, en otro tiempo infinitos trigales, se despiden para recibir campos de olivos. Olivos en malla, oro líquido. Trepando ligeros, talla menor y masa más irregular, otros olivos liberados de su productivo deber resisten al viento en rincones escarpados. El sol vertical revela una tierra de una extraordinaria dureza. Una dureza que a momentos es combatida por manchas verdes surgidas al cuidado de fuentes de agua de origen subterráneo. Pequeños oasis que son refugio en estas tierras siempre batidas por el viento. Gigantes de brazos extendidos, quijotescos todavía algunos, los más jóvenes con camisa de acero, nos despiden con agitación y nos ponen bajo aviso. Las montañas que allí se levantan esconden el azul del mar.




III
When rolling down the window, a fresh air with resemblances of wet soil floods the interior of the car. We left the highway to head west while discovering a landscape very different from the one that has accompanied us so far. Rows of mountains blur with this faded sunset light. As we move along a narrow and lonely rural road, we have the impression of entering one of those green spots that, as mirages, we left behind on our way. The ocher of the earth is practically gone. Fruit trees extend left and right. A couple of swallows flutter and perform a pirouette with some virtuosity in front of us. They stop now on an electric pole. Turning to the left we descend through an old path. In front, mature pines and poplars stand up shaking hands. From a distance the eyes see no more than a small forest. Modest brick-made constructions, stoned plinth, can be seen between the trunks. We leisurely walk the last meters of the road to stop in front of a stairway that leads, a few seconds of effort up, to a portico that from our lower position looks like a viewpoint over the treetops. Be welcome.
Al bajar la ventanilla del coche, un aire húmedo cargado de presencia a tierra recién regada inunda el habitáculo del automóvil. Abandonamos la autopista para poner rumbo a Oeste mientras descubrimos un paisaje bien distinto de aquel que hasta ahora nos acompañó. Hileras de montañas se difuminan con esta luz de ocaso algo debilitada. A medida que avanzamos por una estrecha y desierta carretera rural, tenemos la impresión de adentrarnos en una de aquellas manchas verdes que, a modo de espejismos, fuimos dejando atrás en nuestro camino. El ocre de la tierra está prácticamente desparecido. Árboles frutales se extienden a izquierda y derecha. Una pareja de golondrinas revolotean y ejecutan una pirueta con cierto virtuosismo frente a nosotros. Se detienen ahora sobre un poste eléctrico. Girando a la izquierda descendemos por una antigua vereda. Al frente, pinos y álamos se yerguen dándose la mano en su madurez. Desde cierta distancia el ojo no ve más que un pequeño bosque. Modestas construcciones de ladrillo, zócalo de piedra, se divisan entre los troncos. Recorremos sin prisa los últimos metros de camino hasta detenernos frente a una escalinata que conduce, unos segundos de esfuerzo más arriba, a un pórtico que desde nuestra posición inferior parece un mirador sobre las copas de los árboles. Sed bienvenidos.
There was nothing here. Dust, maybe.
Aquí no quedaba nada. Polvo, tal vez.

V
An evening sun now throws a much more horizontal reddish light. The pillars of the portico that welcomes us build an open space against the light that, however, presents a certain quality of containment. We ascend the steps and there it is, the “Plaza Mayor” of the town. Custom tells us that the major squares are usually located in the geometric center of the settlements, because the growth of the same occurred around them over time. Projecting a settlement of zero presents this advantage: each of the elements can be placed on the territory in the most suitable place for its nature. Here, the porticoed square of Cañada de Agra is located at one end and welcomes neighbors and strangers from an elevated position, recalling from its humility of a reddish bricked Acropolis. We walk along the open side of the porticoed square while we look at the horizon filtered by trees extended in front of us. A boy kicks a ball against the wall of the town hall. Behind us, a group of neighbors kill the afternoon while they talk around a coffee. On the opposite side to that in which we find ourselves, the bar of the village provides activity to the porticoed public space. The three brick facades that, together with the portico open to the landscape, enclose this collective space are of an amazing simplicity. Most of the windows still have the original framings and shutters.
Un sol en descenso arroja ahora una luz rojiza mucho más horizontal. Los pilares de sección circular del pórtico que nos acoge construyen a contraluz un espacio abierto que, sin embargo, presenta una cierta cualidad de contención. Ascendemos los escalones y ahí está, la Plaza Mayor del pueblo. La costumbre nos indica que las plazas mayores suelen ubicarse en el centro geométrico de los asentamientos, pues el crecimiento de los mismos se produjo en torno a ellas a lo largo del tiempo. Proyectar un asentamiento de cero presenta esta ventaja: cada uno de los elementos pueden colocarse sobre el territorio en el lugar más adecuado para su naturaleza. Aquí, la plaza porticada de Cañada de Agra se ccoloca en un extremo y da la bienvenida al vecino y forastero desde una posición elevada, recordando desde su humildad a una rojiza Acrópolis. Caminamos por el lado abierto de la plaza porticada mientras fijamos nuestra mirada en el horizonte filtrado por árboles que se extiende frente a nosotros. Un niño patea un balón contra la pared del ayuntamiento. A nuestra espalda, un grupo de vecinos agota la tarde mientras hablan en torno a un café. En el lado opuesto a aquel en que nosotros nos encontramos, el bar del pueblo carga de actividad el espacio porticado que le ha correspondido. Las tres fachadas de ladrillo que, junto con el pórtico que abierto mira al paisaje, delimitan este espacio colectivo son de una asombrosa sencillez. Observo que la mayoría de las ventanas conservan aún las carpinterías y contraventanas originales.


There are also, however, small modifications that the inhabitants of Cañada de Agra have gradually introduced. Some fences or window bars have been modified, introducing filigrees to this noble plaza. A bougainvillea that has grown from one of these new bars to the level of the first floor caresses the tiles of the eaves with its sweetness. The buzzing of bees mixes with the discussions from the bar. It smells like summer.
“We are having two macchiatos, please”
Hay también, sin embargo, pequeñas modificaciones que los habitantes de Cañada de Agra han introducido paulatinamente. Algunas rejerías se han modificado, introduciendo filigranas a esta plaza de carácter recio y noble. Una buganvilla que desde una de estas nuevas rejas ha crecido hasta el nivel del primer piso acaricia las tejas del alero con su dulzor. El zumbido de abejas se mezcla con las discusiones de los tertulianos. Huele a verano.
“Me pone dos cortados, por favor”.



VII
Geraniums, carnations, petunias. Some roses next to that wall, also upholstered by the leaves of a vine greeting La Mancha from the interior of a patio. The ascent road gets steeper at times as we head the village church. The architecture, they say, started down there. Precisely at the point where one was aware of the ascent, the moment when the legs are getting tired and the breathing, now, begins to cut. Architecture as distance walked through time. The balconies, in a row, cast a shadow over the doors, some in need of a hand of paint, which like a cluster descend down the slope. A bouquet of lavender retains its color tied to the railing of one of them. Steps, again. The last part of the ascent is made by climbing a stepped plinth, in the same way that we accessed the open portico of the main square. An intermediate stop offers us a partial view of the town. The different orientations of the Arab-like tile roofs create a picturesque, almost casual image, as if trying to emulate an organic growth resulting from the progressive colonization of a territory by a community. It is just an image. In our memory stay those original photos that we saw before arriving here, in which these same houses were born on this hard land. Today the treetops play to hide a village under its shadows. Shade that welcomes us up here. Cañada de Agra could be explained as the transition experienced from a space defined by one shadow to the next. As a settlement built to provide that necessary shade to its inhabitants. The portico of access to the church has a depth that completely distorts the threshold scale. Its height is disturbingly low. On one of the walls, arranged with extreme simplicity, three carefully decorated doors invite us to get in the deepest shadow of the town.
A group of neighbors greets us as we pass by. Summer, they say, comes dry.
Geranios, claveles, petunias. Unos rosales junto a aquella pared, tapizada también por las hojas de una parra que desde el interior de un patio saluda a La Mancha. El camino de ascenso se empina por momentos cuando nos dirigimos a la iglesia del pueblo. La arquitectura, dicen, empezó allí abajo. Precisamente en el punto en que uno fue consciente del ascenso, el instante en que las piernas se cargan y la respiración, ahora, empieza a cortarse. La arquitectura como distancia recorrida en el tiempo. Los balcones, en hilera, arrojan sombra sobre las puertas, alguna necesitada de una mano de pintura, que como un racimo descienden ladera abajo. Un ramo de espliego conserva su color atado a la barandilla de uno de ellos. Escalones, de nuevo. El último tramo del ascenso se realiza subiendo un plinto escalonado, del mismo modo en que accedimos al pórtico abierto de la plaza mayor. Una parada intermedia nos ofrece una panorámica parcial de los tejados del pueblo. Las distintas orientaciones de los faldones de teja árabe construyen una imagen pintoresca, casi casual, como pretendiendo emular un crecimiento orgánico fruto de la colonización progresiva de un territorio por parte de una comunidad. Es sólo una imagen. En nuestra memoria perviven aquellas fotos originales que vimos antes de llegar aquí, en las que estas mismas viviendas se levantaban sobre la tierra amarga, desnuda. Hoy las copas de los árboles juegan a esconder un pueblo bajo su sombra. Sombra que nos acoge aquí arriba. Se podría explicar Cañada de Agra como la transición experimentada desde un espacio definido por una sombra al siguiente. Como un asentamiento construido para procurar esa sombra necesaria a sus habitantes. El pórtico de acceso a la iglesia tiene una profundidad que distorsiona por completo la escala del umbral. Su altura es inquietantemente baja. Sobre el muro de la nave, dispuestas con extrema sencillez, tres puertas decoradas con esmero nos invitan a recogernos en la sombra más profunda del pueblo.
Un grupo de vecinos nos saluda al pasar. El verano, dicen, viene seco.





