This design by Aurelio Galfetti for a cultural centre provides for the restoration of the “Teatro Sociale” built in 1874 by Giacomo Moraglia. The theatre is an interesting building with an elliptical central space in which the boxes are arranged in a horseshoe shape in front of the stage, an Italian opera house of the Ottocento “en miniature”, probably the only one of its kind preserved in its original state in Switzerland despite neglect. Since the capacity of the old theatre is very small in terms of audience size, stage dimensions and ancillary rooms, Galfetti planned an extension to the original building on the adjoining vacant garden plot to accommodate an additional theatre hall and the necessary infrastructure.

Este diseño de Aurelio Galfetti para un centro cultural prevé la restauración del “Teatro Sociale” construido en 1874 por Giacomo Moraglia. El teatro es un interesante edificio con un espacio central elíptico en el que los palcos están dispuestos en forma de herradura frente al escenario, un teatro de ópera italiano del Ottocento “en miniatura”, probablemente el único de este tipo conservado en su estado original en Suiza a pesar del abandono. Dado que la capacidad del antiguo teatro es muy reducida en cuanto al tamaño del público, las dimensiones del escenario y las salas auxiliares, Galfetti proyectó una ampliación del edificio original en el terreno ajardinado contiguo para albergar una sala de teatro adicional y la infraestructura necesaria.

Ground Floor
First Floor
Second Floor

The ground floor of the new building is an open space, intended as a foyer for the audience of both halls. The design lives from the juxtaposition of two types of construction, the new one made of iron and glass and the old one – dating from the 19th century – made of masonry. The resistance that Galfetti’s project aroused was not, however, directed at this combination of old and new architecture, but at the planned superstructure of the garden. And only because this garden is located in the old town, opposite the neoclassical government building. Galfetti wants to remove this garden altogether and create a new piazza through the planned extension to the theatre, so that the monumental, neoclassical architecture of the government building would come into its own all the better in the changed context. In other words, the protest is only superficially about the disappearance of the sparse garden greenery; in fact, people are resisting the project because it wants to change the historic urban space, and with “modern” architecture at that. The rigorous advocates of the traditional, those who would prefer to freeze the historic city centres without even entering into a discussion, regard Galfetti’s project as a serious danger, even as dynamite, so to speak. For – apart from its idiosyncrasy – such a project threatens to explode that now widespread and deeply rooted urban planning principle that dominates the design plans for our old towns: the preservation of the existing. Preservation – and it is important to specify this – in a passive sense, insofar as its protagonists resist any slightest intervention.

La planta baja del nuevo edificio es un espacio abierto, pensado como vestíbulo para el público de ambas salas. El diseño vive de la yuxtaposición de dos tipos de construcción, la nueva de hierro y cristal y la antigua -que data del siglo XIX- de mampostería. La resistencia que suscitó el proyecto de Galfetti no se dirigió, sin embargo, a esta combinación de arquitectura antigua y nueva, sino a la superestructura prevista del jardín. Y sólo porque este jardín está situado en el casco antiguo, frente al edificio neoclásico del gobierno. Galfetti quiere eliminar este jardín y crear una nueva plaza a través de la ampliación prevista del teatro, de modo que la arquitectura monumental y neoclásica del edificio gubernamental cobraría mayor protagonismo en el nuevo contexto. En otras palabras, la protesta sólo se refiere superficialmente a la desaparición de la escasa vegetación del jardín; en realidad, la gente se resiste al proyecto porque quiere cambiar el espacio urbano histórico, y además con arquitectura “moderna”. Los rigurosos defensores de lo tradicional, los que preferirían congelar los centros históricos de las ciudades sin siquiera entrar en discusión, consideran el proyecto de Galfetti como un grave peligro, incluso como dinamita, por así decirlo. Porque -aparte de su idiosincrasia- tal proyecto amenaza con hacer estallar ese principio urbanístico, ya muy extendido y arraigado, que domina los planes de diseño de nuestros cascos antiguos: la preservación de lo existente. Preservación -y es importante precisarlo- en un sentido pasivo, en la medida en que sus protagonistas se resisten a la más mínima intervención.

This attitude springs from a nostalgic evaluation of history and is extremely dangerous, despite all good will, because it understands history as a juxtaposition of frozen snapshots rather than as a progressive – and inevitably changing – process. Every architectural intervention, even if it is “only” conservation, is – strictly speaking – a change. And the only means to control this change is the project. A protection of historic city centres that sees itself merely as conservation is an anachronism that is well-intentioned but ineffectual and does more harm than good. It would be equally absurd to resist curing a sick person. It is a wrong attitude towards architecture – or rather architectural design – if one sees preservation as the only possible way to deal with historical building fabric. Our design plans in this regard are generally misguided because they exclude precisely this design component.

Esta actitud surge de una valoración nostálgica de la historia y es extremadamente peligrosa, a pesar de toda la buena voluntad, porque entiende la historia como una yuxtaposición de instantáneas congeladas y no como un proceso progresivo -e inevitablemente cambiante-. Toda intervención arquitectónica, aunque sea “sólo” de conservación, es -en sentido estricto- un cambio. Y el único medio de controlar este cambio es el proyecto. Una protección de los centros históricos de las ciudades que se considere meramente de conservación es un anacronismo bienintencionado pero ineficaz y que hace más daño que bien. Sería igualmente absurdo resistirse a curar a un enfermo. Es una actitud errónea hacia la arquitectura -o más bien hacia el diseño arquitectónico- si se considera que la conservación es la única forma posible de tratar el tejido de los edificios históricos. Nuestros planes de diseño a este respecto suelen ser erróneos porque excluyen precisamente este componente de diseño.

Text by Paolo Fumagalli

VIA:

Werk, Bauen und Wohnen 76, 1989