This article is part of the Hidden Architecture Series “Tentative d’Épuisement”, where we explore the practice of an architectural criticism without rhetoric and based mainly on the physical experience of the work itself.

Este artículo forma parte de la serie “Tentativa de Agotamiento”, comisariada por Hidden Architecture, donde exploramos la práctica de una crítica arquitectónica ausente de retórica y fundamentada sobre todo en la experiencia física de la propia obra.

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Santa Catalina de Siena (I)

The scent of unripe citrus fruits, that hurtful acidity in the nose, permeates every corner of the Claustro de los Naranjos. Overhead, the sky is an intense blue that makes you forget the freshness of dawn. At eye level, arches and whitewashed walls are dressed in indigo, about to merge into a single surface with the celestial vault; an attempt frustrated at the last minute by the white mouldings and reliefs that keep each element in its place. The sunlight is extinguished in them in the same way as in the deep reds of the previous courtyards. In plan, this courtyard is considerably larger than the previous rooms, which also seems to indicate a higher function in the daily life of the convent. Of square proportion, it is defined by five arches in each of its four bays, arches with rough supports that seem to be anchored to an earth that is always prone to impertinent movement of seismic origin.

El aroma a cítricos sin madurar plenamente, esa acidez hiriente en el olfato, impregna cada rincón del Claustro de los Naranjos. En lo alto, el cielo muestra sin complejos un intenso azul que hace olvidar por completo la frescura del alba. Al nivel de los ojos, arcos y muros encalados con dedicación se visten de índigo a punto de fundirse en una sola superficie con la bóveda celeste; intento frustrado a última hora por las molduras y relieves blancos que mantienen cada elemento en su sitio. La luz del sol se apaga en ellos de igual manera que en los profundos rojos de los patios anteriores. En planta, este patio tiene unas dimensiones considerablemente superiores a las estancias previas, lo que parece indicar también una función de mayor jerarquía en la vida diaria del convento. De proporción cuadrada, está definido por cinco arcos en cada una de sus cuatro crujías, arcos de soportes toscos que parecen querer anclarse a una tierra aficionada al movimiento siempre impertinente de origen sísmico.

Ground Floor. Edited by Hidden Architecture
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Image by de La Riva, 1980. Edited by Hidden Architecture
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Sister Dolores walks through the cloister’s eastern gallery, now in shadow, in an imperceptible sigh; as if her step barely disturbs the air around her. Up since a couple of hours before dawn, she hurries the last moments of intimacy that the courtyard offers before the convent opens its doors to the public. She has worked in the garden watering the tomato and chilli plants, she has removed and piled up weeds in the convent cemetery; all this in the early hours of the morning and after having exhausted her eyes mending, with the skill of a professional seamstress, some habits worn out by time and use that her sisters and companions in life wear every day. The last hour, just expired, was devoted to the task which gave her most satisfaction: instructing two novices, still young, recently arrived from the region of Puno. The years, first of all, grouped into lustrums, then into decades, passed quickly for her within the apparently always exaggerated thickness of these warm walls. Through a gaze veiled by weariness and age, she discovers every morning with tenderness in her two pupils a trace of the still sombre and somewhat resigned joy that she brought with her as her only baggage. She never found the determination necessary to close her life in this way, but the lack of opportunities she suffered in her native region, an Ayacucho devastated by armed conflict, left her no other option for survival.

La hermana Dolores camina por la galería oriental del claustro, ahora en sombra, en un suspiro imperceptible; como si su paso apenas alterase el aire que la rodea. Levantada desde un par de horas antes del alba, apura los últimos instantes de intimidad que el patio ofrece antes de que el convento abra sus puertas al público. Ha trabajado en el huerto regando las matas de tomates y ajíes, ha retirado y amontonado hierbajos en el cementerio del convento; todo ello al filo de la mañana y tras haberse extenuado la vista remendando, con destreza de costurera profesional, algunos hábitos deteriorados por el tiempo y el uso que sus hermanas y compañeras de vida portan a diario. La última hora, recién expirada, la ha dedicado a la tarea que más satisfacción le proporciona: instruir a dos novicias todavía jóvenes recién llegadas de la región de Puno. Los años primero, agrupados en lustros después, finalmente en décadas, pasaron deprisa para ella entre el espesor, en apariencia siempre exagerado, de estos cálidos muros. A través de una mirada velada por el cansancio y la edad, descubre cada mañana con ternura en sus dos pupilas un rastro de la alegría aún sombría y algo resignada que ella trajo consigo como único equipaje. Nunca halló la determinación necesaria para clausurar su vida de esta manera, pero la falta de oportunidades que sufrió en su región natal, un Ayacucho devastado por los conflictos armados, no le dejó más opción para sobrevivir.

The dedication with which she goes about her daily chores keeps her active in the illusion of being useful to her community. Like a flash that belies her more than mature age, she has swept the volcanic checkerboard of the courtyard, now free of the still green and erect leaves of the orange trees. The currents of air that run through the courtyard, crossing from the various galleries and passages that open at each corner, freshen the atmosphere, bringing with them the scent of jasmine from the orchards. Suddenly the bells ring out. After polishing the three wooden crosses which, standing on plinths of worn stone, alternate with the orange trees, she retires to the enclosure which will keep her in the shade until nightfall. On the way, she gazes uninterestedly at the frescoes that illustrate biblical images adorning this indigo universe in colour; her only thought, as she walks briskly, is to make sour orange marmalade as soon as the fruit ripens until it falls from the branches.

La dedicación con que se empeña en sus labores cotidianas la mantiene activa en la ilusión de ser útil para su comunidad. Como un destello que contradice su ya más que madura edad, ha barrido el damero volcánico que es el firme del patio, libre ahora de las hojas todavía verdes y enhiestas desprendidas de los naranjos. Las corrientes de aire que recorren el patio, cruzadas desde las distintas galerías y pasajes que se abren en cada esquina, refrescan el ambiente trayendo consigo el olor a jazmines de las huertas. Tañen súbitamente las campanas. Abrillantadas las tres cruces de madera que, erguidas sobre plintos de desgastada piedra, se alternan con los naranjos, se retira a la clausura que la mantendrá en la sombra hasta el anochecer. De camino, observa de soslayo y sin interés los frescos que ilustran imágenes bíblicas adornando de colores este universo añil; albergando, entre ágiles pasos, como único pensamiento el preparar mermelada agria de naranjas en cuanto los frutos maduren hasta caer de las ramas.

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Arches of pure whiteness in the extreme sunshine leap from one side of the passage to the other, staining in shadow the transition from the courtyard above to the street that ascends with its gaze fixed on the Chachani volcano. Its summit, recently broken, gushes out a smoke of gases and ashes. Fifty years have passed since the earth trembled and reduced a large part of the Convent of Santa Catalina to mountains of stone and mud. Even today, in that corner behind which one enters one of the many chapels that open between the nuns’ cells, a pile of rubble shares the light with pots of geraniums. The seeds, which years ago a novice from Cáceres brought back as a trousseau on an overseas voyage of no return, grew and flourished successfully, throwing into the air brushstrokes of colour that illuminate the grilles of almost every window.

Arcos de una blancura, ahora sí, pura y bajo el sol extrema, saltan de un lado a otro del pasaje tiñendo en sombra la transición desde el patio anterior hasta la calle que asciende con la mirada fija en el volcán Chachani. Su cumbre, recientemente quebrada, expulsa a borbotones una fumarola de gases y cenizas. Han pasado cincuenta años desde que la tierra tembló y redujo a montañas de piedra y barro gran parte del Convento de Santa Catalina. Aún a día de hoy, en aquella esquina tras la cual se accede a una de las múltiples capillas que se abren entre las celdas de las monjas, un montón de cascotes comparte luz con macetas de geranios. Las semillas, que hace años una novicia de Cáceres trajo como ajuar en un viaje de ultramar sin retorno, crecieron y florecieron con éxito, arrojando al aire pinceladas de colores que iluminan las rejas de casi cada ventana.

Ana Monteagudo Ponce de León, Sister Ana de los Ángeles since these walls have been her skin, is completely unaware of it; but the flowers she arranges with delicacy come from the same distant and hostile land that shelters the remains of her paternal grandparents. Routine kills slowly, she mumbles to herself, still amazed at how her home has changed since she was ordained just over twenty years ago. The destruction caused by the earthquake made it necessary to develop better construction planning during the reconstruction of the Convent of Santa Catalina. Thus, the thatched roofs that she knew in the ruins gave way to massive stone vaults that extend everywhere, covering any closed surface and bracing the walls of the cells. Clustered like bunches of grapes around courtyards, the nuns’ dwellings form an urban fabric of dense blocks separated by narrow, broken streets. Immersed in a profound silence, she walks through them with the effort of someone who has been fasting for days. With an unshakeable vocation and faith, Sister Ana submits herself to continuous martyrdom in order to give an example to the community she leads. On her way she crosses paths with a sister and part of her service, a privilege enjoyed by those who come from noble families on both sides of the ocean. With a rhythmic slowness, trained and repeated every day, they greet each other without so much as raising their heads.

Ana Monteagudo Ponce de León, Sor Ana de los Ángeles desde que estos muros son su piel, lo ignora por completo; pero las flores que arregla con delicadeza proceden de la misma tierra lejana y hostil que acoge los restos de sus abuelos paternos. La rutina mata despacio, se dice entre dientes asombrada todavía de cómo ha cambiado su hogar desde que ella se ordenó hace ahora algo más de veinte años. La destrucción que provocó el terremoto obligó a desarrollar una mejor planificación constructiva durante la reconstrucción del Convento de Santa Catalina. Así, los tejados de paja que ella conoció entre ruinas dieron paso a masivas bóvedas de piedra que se extienden por doquier, cubriendo cualquier superficie cerrada y arriostrando los muros de las celdas. Agrupadas como racimos de uvas en torno a patios, las viviendas de las monjas constituyen un tejido urbano de densas manzanas separadas por calles estrechas y quebradas. Inmersa en un profundo silencio, las recorre con el esfuerzo propio de quien ayuna desde hace días. De vocación y fe inquebrantables, Sor Ana se somete a continuos martirios para dar ejemplo a la comunidad que dirige. En su camino se cruza con una hermana y parte de su servicio, privilegio que disfrutan aquellas que proceden de familias nobles de ambos lados del océano. Con una lentitud acompasada, entrenada y repetida cada día, se saludan sin apenas levantar la cabeza.

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Like the chapels, ovens and kitchens are distributed among the stone dormitory cells. Now a small square, the walls of the buildings smooth and red like the dark blood gushing from the throats of freshly slaughtered rabbits in a backyard, it possesses an atmosphere charged by the smell of freshly baked bread. The thick cadence of her footsteps is synchronised with the dance of the rosary beads she holds between her fingers. A murmur of water alternates with the fluttering of bluish-tailed birds. Its four lead pipes pouring their flow, the stone basin gathers a small group of sisters washing cloths that they will lay out to dry on the roofs of their cells. Behind them, the apse of the church shyly displays the flattened voluptuousness of its volcanic dome. His mouth feels dry, his swollen tongue clogs his throat without finding any saliva to free it. Thick white smoke rises from the central kitchens. Different copper pots, some paella pans that she had herself brought in, cover walls and shelves with their flashes of polished metal that stands undefeated amidst traces of blight. Two women chop up potatoes of different colours that are already boiling in giant pots. The sight, on the floor and amidst pools of black water and yellowish viscera, of the skins torn from thirty or so guinea pigs makes him deeply nauseous and he is unable to suppress it.

Al igual que las capillas, los hornos y cocinas se distribuyen entre las células dormitorio de piedra. Ahora una pequeña plaza, los muros de las edificaciones lisos y rojos como la sangre oscura que brota del pescuezo de los conejos recién degollados en un patio trasero, posee una atmósfera cargada por el olor a pan recién horneado. La cadencia espesa de sus pasos se sincroniza con el baile de las cuentas del rosario que sostiene entre sus dedos. Un murmullo de agua se alterna con el aleteo de unos pájaros de cola azulada. Sus cuatro caños de plomo vertiendo su caudal, la pila de piedra congrega un pequeño grupo de hermanas lavando paños que tenderán a secar sobre las cubiertas de sus celdas. Tras ellas, el ábside de la iglesia luce con timidez la voluptuosidad achatada de su cúpula volcánica. Siente la boca seca, la lengua hinchada le obstruye la garganta sin encontrar saliva que la libere. Un espeso humo blanco sale de las cocinas centrales. Diferentes recipientes de cobre, algunas paellas que ella misma mandó traer, cubren paredes y estantes con sus destellos de metal pulido que resiste invicto entre restos de tizón. Dos mujeres trocean papas de diferentes colores que bullen ya en unas marmitas gigantes. La visión, en el suelo y entre charcos de agua negra y vísceras amarillentas, de las pieles arrancadas de una treintena de cuyes le provoca unas profundas náuseas que no consigue reprimir.

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The snow-capped peaks of Misti can once again be seen above the white-plastered cornice. Cylindrical stone gargoyles fly over the plane of the façade to shed the water from the scarce but violent rains that, from time to time, fall on Arequipa. The Main Cloister is the largest open space in the Convent of Santa Catalina. In plan it has an uncanonical L-shaped layout, with thick square-section pillars that once again appear to be very oversized, always on the lookout for tectonic tremors. The centre of the space is dominated by a large magnolia tree which, sadly, is not now in bloom. The floor is made of ceramic tiles laid in a herringbone pattern in the galleries, while the open space under the sky repeats the 45-degree checkerboard pattern of dark volcanic stones. Red once again dominates the courtyard, the winner in its relentless battle with indigo. White, however, seeks rest in the shade under the groin vaults. Pots raised above the ground by elegant wrought iron feet contain ferns that scatter their almost dry leaves against the walls.

Sobre la cornisa enlucida de blanco se pueden ver de nuevo las cumbres nevadas del Misti. Gárgolas de piedra con sección cilíndrica vuelan sobre el plano de fachada para arrojar el agua de las escasas pero violentas lluvias que, de cuando en cuando, descargan sobre Arequipa. El Claustro Mayor es el espacio abierto de mayores dimensiones en el Convento de Santa Catalina. En planta presenta un esquema en L poco canónico, con gruesos pilares de sección cuadrada que parecen de nuevo estar muy sobredimensionados, siempre a la espera de tectónicos temblores. El centro del espacio está dominado por un magnolio de gran porte que, tristemente, no se encuentra ahora en floración. El pavimento es de plaqueta cerámica colocada en espiga en las galerías, mientras que en el espacio abierto bajo el cielo repite el esquema de damero a 45 grados compuesto de oscuras piedras volcánicas. El color rojo domina de nuevo el patio, vencedor al fin en su lucha sin tregua frente al añil. El blanco, sin embargo, procura reposo en la sombra bajo las bóvedas de arista. Macetas elevadas sobre el firme gracias a elegantes pies de forja contienen helechos que desparraman sus hojas casi secas contra las paredes.

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The streams of air, always present in the Convent of Santa Catalina, oscillate with greater vehemence in the corridor bordering the original refectory spaces. Wings that, surrounding the church and with direct access from the Patio de Labores, were later used as a communal dormitory in times of trouble, to end up as an exhibition space for the pictorial works that once adorned the rooms of the nuns of the highest rank. The eastern bay of the cloister, in direct contact with the main nave of the church, has, at a height of five steps, a secondary gallery under the vaults that serves as a confessional. I hurry my time here, under an inclement sun, circling the magnolia tree in a futile search for a clear view of the snow-capped peaks. The bells ring, again, rocking the youngest leaves with nervous vibrations. They ring two o’clock. In the thick density that protects the deserted creak of the confessionals at this hour, a shadow seems to creep along the dark wooden balusters. Always punctual, Sister Ana de los Ángeles attends her daily appointment while the hysterical car horns bring us back to the urban reality of Arequipa.

Las corrientes de aire, siempre presentes en el Convento de Santa Catalina, oscilan con mayor vehemencia en la crujía que limita con los espacios del refectorio original. Alas que, rodeando la iglesia y con acceso directo desde el Patio de Labores, fueron dormitorio comunitario después en momentos de apuro, para terminar mostrando como espacio expositivo las obras pictóricas que en otra época adornaban las estancias de las monjas de mayor rango. La crujía oriental del claustro, en contacto directo con la nave principal de la iglesia, dispone, a cinco escalones de altura, de una galería secundaria bajo las bóvedas que ejerce la función de confesionario. Apuro mi tiempo aquí, bajo un sol inclemente, rodeando el magnolio en la búsqueda inútil hacia una panorámica limpia de los picos nevados. Las campanas suenan, de nuevo, meciendo con nerviosas vibraciones las hojas más jóvenes. Tocan las dos en punto. En la densidad espesa que protege a esta hora la desierta crujía de los confesionarios, una sombra parece escurrirse a lo largo de los balaustres de oscura madera. Siempre puntual, Sor Ana de los Ángeles acude a su cita diaria mientras los cláxones histéricos de los autos nos enfrentan de nuevo a la realidad urbana de Arequipa.

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