The Potamianos House in Philothei, Athens, is a continuation of Pikionis’interes in combining traditional materials with a contemporary structure. The site is organized as a temenos entered through a propylon and landscaped with indigenous plants, characteristic paving arrangements, stone benches and assemblies of archaic fragments. The section is organized along traditional lines with living spaces and studio above bedrooms and kitchen below.

La Casa Potamianos en Philothei, Atenas, es una continuación del interés de Pikionis por combinar materiales tradicionales con una estructura contemporánea. La parcela está organizada como una temenos al que se accede a través de un propilón y que está ajardinado con plantas autóctonas, pavimentos característicos, bancos de piedra y conjuntos de fragmentos arcaicos. La sección se organiza siguiendo las líneas tradicionales, con espacios de vida y estudio por encima de los dormitorios y la cocina por debajo.

Ground Floor
First Floor

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I will never forget my initial encounter with Pikionis when in 1959 I first visited the Acropolis and found myself walking almost by chance in the astonishing adjacent parks cape of the Philopappou Hill. There I sensed, with great surprise, the almost literal movement of the landfall as my frame was drawn by gravity and by the tactile grip of the paving, up and down the undulating labyrinth of the terrain; a site that was to be experienced as much by the body as by the eyes. More surprising still were the stone-paved way stations and benches and, above all, the pine-wood-framed temenos and pavilion adjacent to the reconstructed Loumbardiaris church. These last seemed as though they had been drawn from Japan, over long eons of time, through Asia and the cultural sieve of Byzantium. I did not know then that the park was not quite finished and that the seventy-two-year-old architect was still active in supervising the work. Nor did close Greek friends of mine bring this work to my attention. When questioned, they knew of it and they knew the architect’s name but they did not truly understand the significance of the achievement.

Nunca olvidaré mi encuentro inicial con Pikionis cuando en 1959 visité por primera vez la Acrópolis y me encontré caminando casi por casualidad en el asombroso cabo de los parques adyacentes de la colina Philopappou. Allí percibí, con gran sorpresa, el movimiento casi literal del aterrizaje mientras mi cuerpo era arrastrado por la gravedad y por el agarre táctil del pavimento, subiendo y bajando por el laberinto ondulado del terreno; un sitio que debía ser experimentado tanto por el cuerpo como por los ojos. Más sorprendentes aún eran las estaciones de paso y los bancos empedrados y, sobre todo, el temenos y el pabellón con estructura de madera de pino adyacentes a la iglesia reconstruida de Loumbardiaris. Estos últimos parecían haber sido traídos desde Japón, a lo largo de largos eones de tiempo, a través de Asia y del tamiz cultural de Bizancio. No sabía entonces que el parque no estaba del todo terminado y que el arquitecto de setenta y dos años seguía activo en la supervisión de las obras. Tampoco me llamaron la atención amigos griegos cercanos a esta obra. Al preguntarles, sabían de su existencia y conocían el nombre del arquitecto, pero no comprendían realmente la importancia de la obra.

The last thirty years have changed our way of evaluating architecture. We now see back into our century over a much wider and deeper trajectory and while we are by no means anti-Modern, we are reassessing what our Modern culture has been and where we stand in relation to its multifarious strands. Thus figures that once were prominent now recede to a different level and those previously obscure and marginal emerge into the light. Pikionis is surely one of these latter-day luminaries, for his resonant work draws us back at once into a phenomenally concrete world, into a world of revealed radiance, where the ‘thingness’ of things, to coin Heidegger’s phrase, comes into its own. Pikionis’ ontic initiation dates from his frequent visits in the twenties to the Rhodakis House on the island of Aegina, a now-ruined ‘vernacular’ house with naive symbolic embellish-ments inscribed on its walls, including the legendary ‘Ah Vah’ – an untranslatable expression of ecstatic relief and joy.

Los últimos treinta años han cambiado nuestra forma de evaluar la arquitectura. Ahora vemos nuestro siglo con una trayectoria mucho más amplia y profunda y, aunque no somos en absoluto antimodernos, estamos reevaluando lo que ha sido nuestra cultura moderna y nuestra posición en relación con sus múltiples vertientes. Así, figuras que antes eran prominentes ahora retroceden a un nivel diferente y las que antes eran oscuras y marginales emergen a la luz. Pikionis es, sin duda, una de estas luminarias de los últimos tiempos, ya que su resonante obra nos devuelve de inmediato a un mundo fenomenalmente concreto, a un mundo de resplandor revelado, en el que la “cosa” de las cosas, para acuñar la frase de Heidegger, cobra sentido. La iniciación óntica de Pikionis se remonta a sus frecuentes visitas, en los años veinte, a la casa de Rhodakis, en la isla de Egina, una casa “vernácula”, ahora en ruinas, con ingenuos adornos simbólicos inscritos en sus paredes, entre ellos el legendario “Ah Vah”, una expresión intraducible de alivio y alegría extáticos.

When we look back over the total span of his career we may see it as a subtle oscillation, as a wave that first rose with a Modern reinterpretation of the Greek Neo-Classical spirit, in his Karamanos House of 1925. This wave came to its crest, so to speak, with two unequivocally Modern buildings – the Open Air Theatre and Lycabettus School of 1932 and 1933. Pikionis then broke with the Modern through his reinterpretation of the Macedonian vernacular as finally expressed in his Potamianos House in Philothei, completed in 1955. Somewhere in the sweep of this breaking wave came a point that lay beyond history, wherein the architect arrived at a dematerialised mode of expression that was at once Greek and anti-Greek; Greek in the sense that it was of the place, integrated into the mythos, the landscape, the climate and the way of life; anti-Greek in that much of its inspiration lay elsewhere, remote in space and time, in other far-flung islands, in Honshu and in the archaic pre-Hellenic Aegean under a timeless sun. This popular yet metaphysical syntax began to emerge with his designs for the unbuilt Aixoni housing settlement, near Glyfada, which he started in the early fifties. This manner, surprisingly evocative of the ‘wattle’ culture of the nomadic Greek Sarakatsan people, reached its clearest formulation in the Arestedis Pourris House built at Maroussi in 1953. In addition to these autochthonous forms, his granddaughter Alexandra Rapageorgiou has written of the Oriental traces that may be found in his work in the following terms.

Si echamos la vista atrás a toda su carrera, podemos verla como una sutil oscilación, como una ola que se levantó primero con una reinterpretación moderna del espíritu neoclásico griego, en su casa Karamanos de 1925. Esta ola llegó a su cresta, por así decirlo, con dos edificios inequívocamente modernos: el Teatro al Aire Libre y la Escuela Lycabettus de 1932 y 1933. Pikionis rompió entonces con la modernidad mediante su reinterpretación de la lengua vernácula macedonia, tal y como se expresó finalmente en su Casa Potamianos en Philothei, terminada en 1955. En algún momento de esta ola rompiente se llegó a un punto que estaba más allá de la historia, en el que el arquitecto llegó a un modo de expresión desmaterializado que era a la vez griego y antigriego; griego en el sentido de que era del lugar, integrado en el mito, el paisaje, el clima y el modo de vida; antigriego en el sentido de que gran parte de su inspiración estaba en otro lugar, remoto en el espacio y el tiempo, en otras islas lejanas, en Honshu y en el arcaico Egeo prehelénico bajo un sol intemporal. Esta sintaxis popular y a la vez metafísica comenzó a surgir con sus diseños para el asentamiento de viviendas de Aixoni, aún sin construir, cerca de Glyfada, que inició a principios de los años cincuenta. Esta manera, sorprendentemente evocadora de la cultura de la zarza del pueblo nómada griego Sarakatsan, alcanzó su formulación más clara en la casa Arestedis Pourris construida en Maroussi en 1953. Además de estas formas autóctonas, su nieta Alexandra Rapageorgiou ha escrito sobre las huellas orientales que pueden encontrarse en su obra en los siguientes términos.

“He was stringently against the use of Western forms which are more representative of science and technology, and more tolerant of Eastern forms which are closely related to the ideals of a spiritual world. He admired the scale, form and materials of elements found in Japanese architecture, such as bamboo. He employed similar methods of construction, for example he elevated the ground floor of the Loumbardiaris pavilion and used stone footings at the base of its columns…”

“Se oponía firmemente al uso de formas occidentales, más representativas de la ciencia y la tecnología, y era más tolerante con las formas orientales, estrechamente relacionadas con los ideales de un mundo espiritual. Admiraba la escala, la forma y los materiales de los elementos de la arquitectura japonesa, como el bambú. Empleó métodos de construcción similares; por ejemplo, elevó la planta baja del pabellón de Loumbardiaris y utilizó zapatas de piedra en la base de sus columnas”.

Of the same generation as Le Corbusier and Mies, Pikionis was one of the first architects to realize that a regionally inflected culture of Modern architecture could only be sustained in a post-vernacular age through the admixture of sympathetic alien cultures, just as Greek archaic sculpture had once been fertilized by Egypt. As Alexandra Papageorgiou points out, even the paving of the Philopappou site bears an uncanny relation to the stone causeways of Zen temples and gardens, its patterns breaking across the curvature of the site, denying any perspective anticipation of movement and engendering a seemingly infinite series of seams, galleys and counter changing coursework.

De la misma generación que Le Corbusier y Mies, Pikionis fue uno de los primeros arquitectos que se dieron cuenta de que una cultura de influencia regional de la arquitectura moderna sólo podía sostenerse en una época posvernacular mediante la mezcla de culturas ajenas simpáticas, al igual que la escultura arcaica griega había sido fertilizada por Egipto. Como señala Alexandra Papageorgiou, incluso la pavimentación del emplazamiento de Filopappou guarda una extraña relación con las calzadas de piedra de los templos y jardines zen, ya que sus patrones rompen la curvatura del emplazamiento, negando cualquier previsión de movimiento en perspectiva y engendrando una serie aparentemente infinita de costuras, galerías y recorridos contrapuestos.

Pikionis’ importance today derives from what one might call his onto-topographical sensibility – that is, from his feeling for the interaction of the being with the glyptic form of the site. The first intimations of this sensibility can be found in his 1935 essay ‘A Sentimental Topography’, first published in the ‘Third Eye magazine, wherein he wrote:

La importancia de Pikionis en la actualidad deriva de lo que podríamos llamar su sensibilidad ontotopográfica, es decir, de su sentimiento por la interacción del ser con la forma glíptica del lugar. Los primeros indicios de esta sensibilidad se encuentran en su ensayo de 1935 “Una topografía sentimental”, publicado por primera vez en la revista “Third Eye”, en el que escribió:

“We rejoice in the progress of our body across the uneven surface of the earth. And our spirit is gladdened by the endless interplay of the three dimensions that we encounter at every step… Here the ground is hard, stony, precipitous, and the soil is brittle and dry. There the ground is level, water surges out of mossy patches. Further on, the breeze, the altitude and the configuration of the ground announce the proximity of the sea… Stone, you compose the lineaments of this landscape. You are the landscape. You are the Temple that is to crown the precipitous rocks of your own Acropolis. For what else does the Temple do but enact the same twofold law, which you serve? … Is it not because of this concordance, because the same laws are at work in both nature and art, that we are able to see forms of life, forms of nature transformed before our very eyes into forms of art and vice versa? …”

“Nos alegramos del progreso de nuestro cuerpo a través de la superficie irregular de la tierra. Y nuestro espíritu se alegra por el interminable juego de las tres dimensiones que encontramos a cada paso… Aquí el suelo es duro, pedregoso, precipitado, y la tierra es frágil y seca. Allí el suelo es llano, el agua brota de las manchas de musgo. Más allá, la brisa, la altitud y la configuración del suelo anuncian la proximidad del mar… Piedra, tú compones los lineamientos de este paisaje. Tú eres el paisaje. Tú eres el Templo que ha de coronar las rocas escarpadas de tu propia Acrópolis. Pues ¿qué otra cosa hace el Templo sino promulgar la misma ley doble, a la que tú sirves? … ¿No es por esta concordancia, porque las mismas leyes actúan tanto en la naturaleza como en el arte, que podemos ver formas de vida, formas de naturaleza transformadas ante nuestros ojos en formas de arte y viceversa? …

It is this almost ecological insistence on the interdependency of culture and nature, which gives Pikionis’ work a critical edge that is as relevant today as it was thirty years ago. For it repudiates our habitual fixation on the freestanding technical and/or aesthetic object, not to mention our destructive, Promethean attitude towards nature that once was beneficial but now is assuming the ominous dimensions of a tragic legacy. While Pikionis realized very little in his sixty years of practice (some six houses, a school, a theatre, a park, a playground and an apartment building) and while he never had to deal with commissions of the socio-technological complexity that characterizes so much of our contemporary building, he nevertheless strove for a symbiotic, ontological architecture, where the identity of the subject and of the society would be redeemed through mutual reverence. Like Constantin Brancusi, Luis Barragan and Carlo Scarpa, Pikionis invariably worked within very modest formats, such as we find in the oneiric playground that he realized for small children in 1965 in the Athenian suburb of Philothei. Close to the ‘not yet’ of Ernst Bloch, Pikionis’ architecture was an architecture of hope. While he was all too aware of the growing harshness that was enveloping his beloved Greece on every side, he nonetheless evoked a vision of a Mediterranean civilization that was ‘other’, a Baudelairean sense of luxus shimmering in the light, after the fall of technology.

Es esta insistencia casi ecológica en la interdependencia de la cultura y la naturaleza la que confiere a la obra de Pikionis un cariz crítico tan relevante hoy como hace treinta años. Porque repudia nuestra habitual fijación en el objeto técnico y/o estético autónomo, por no hablar de nuestra actitud destructiva y prometeica hacia la naturaleza, que en su día fue beneficiosa, pero que ahora está asumiendo las ominosas dimensiones de un trágico legado. Aunque Pikionis realizó muy poco en sus sesenta años de práctica (unas seis casas, una escuela, un teatro, un parque, un patio de recreo y un edificio de apartamentos) y aunque nunca tuvo que enfrentarse a encargos de la complejidad sociotecnológica que caracteriza a gran parte de nuestra construcción contemporánea, se esforzó, sin embargo, por una arquitectura simbiótica y ontológica, en la que la identidad del sujeto y de la sociedad se redujera mediante la reverencia mutua. Al igual que Constantin Brancusi, Luis Barragán y Carlo Scarpa, Pikionis trabajó invariablemente en formatos muy modestos, como el onírico parque infantil que realizó para niños pequeños en 1965 en el barrio ateniense de Philothei. Próxima al “todavía no” de Ernst Bloch, la arquitectura de Pikionis era una arquitectura de la esperanza. Aunque era demasiado consciente de la creciente dureza que envolvía a su amada Grecia por todas partes, evocaba, sin embargo, una visión de una civilización mediterránea que era “otra”, un sentido baudelariano de luxus brillando en la luz, tras la caída de la tecnología.

Kenneth Frampton, From Dimitris Pikionis, Architect 1887-1968 ‘A Sentimental Topography’, Architectural Association, London.